Sergio Cotuli jugaba como defensor en el equipo del San Román, a principios de los 90. En ese tiempo lo conoció a Pancho. Desde entonces que no lo ve. Hace unos días me sucedió el siguiente diálogo con él:
-Así que vas a cenar con los pibes del Sanro...
-Sí, por acá, por Urquiza.
-Si lo ves a Pancho, mandale saludos.
-Dale, le digo.
-Un fenómeno Panchito. Gran jugador, gran tipo.
Pensé en ese momento: "Qué bueno que a alguien, después de tanto tiempo, lo recuerden de tal modo".
No se trata de una casualidad: Pancho era un crack en los tiempos del colegio. Y era, sobre todo, uno de los pibes más valorados por sus compañeros. Agradable, derecho, generoso, prudente, atento. Lo de afuera de la cancha no cambió ni cambiará jamás.
Lo demás, tuvo vaivenes: las lesiones lo acosaron durante años. Parecía que aquel pibe estelar daba paso a un jugador en declive, luchando contra sí mismo; más emblema que figura. Pero de repente, como si se tratara de un episodio mágico, aquel Panchito del Sanro está de regreso. Quita, juega y llega al gol. Es referencia también dentro del campo de juego. Verlo jugar cada fin de semana, ahora en este septiembre de su cumpleaños, es presenciar la resurrección del crack.