No hay una estadística oficial ni parecida que lo avale, pero Diego es el jugador del Misura con mayor cantidad de partidos en el torneo de la UBA. El estuvo en aquella mañana fría e inaugural, en la cancha cinco cuando no era sintética, frente a Don Bosco. Y él está también ahora, con este equipo que lucha por recuperar protagonismo y mística. Tuvo una ventaja sobre todos: jamás sufrió una lesión grave. Quizá no sea una casualidad: el inmenso Diego es fortísimo.
Jugó casi siempre como marcador central (algún día, la camiseta seis deberá ser retirada como la 23 de Michael Jordan en Chicago Bulls), pero también se destacó en un puesto clave: el arco. Confieso algo: nunca en un torneo amateur (la UBA, la UADE, Cantilo, etcétera) vi un arquero más eficaz y determinante que el mayor de los Cánovas. Lo recuerdo, sobre todo, como figura gigante en el Master 2005, cuando Misura ganó el ya mítico Título de Honor.
Parece manso, tranquilo, pero es un defensor bravo, implacable en el juego aéreo. Con él en el fondo, el equipo se hace fuerte. Y en sus escasísimas ausencias, suele brotar la sensación de debilidad. Eso se llama extrañar. Igual, no es motivo de preocupación: hay Diego para rato.