Un día sucede. Aparece un pibe presuntamente ajeno. Pero ese pibe es nosotros. Lo invitamos.
"Vení, jugá", le decimos. Y el pibe juega. Ya no sólo bien. En dos partidos les demuestra a todos que tiene el azul de la camiseta en la piel.
Se suma. Participa de una campaña inmensa. Está siempre. Es un León. Juega de lo que sea. Lo habita la humildad y el deseo de victoria. Va con todo. A todas.
Es un mejorador. Del equipo, por polifuncional y relevante; del tercer tiempo de birras con sus palabras; y hasta de una tarde de fernet con su oído generoso. El tipo, más joven y más fachero que todos, está siempre.
El Pela, de él se trata, es un espejo. Juega siempre. Está con nosotros más allá de la Lista Oficial. Si hay que atajar, se parece a Oscar. Si hay que defender, es un titán. En el medio es crack. En otro torneo que juega es goleador y figura. Jamás reclamó ubicarse en ese puesto ni aunque lo mereciera. Es siempre un soldado de la idea.
Está orgulloso de ser del Azul. Como si lo hubiera fundado.
Una mañana de 2010 lo escuché putear en una esquina de Olazábal. El bondi no venía. Estábamos al límite con el horario. "No podemos llegar tarde", decía, enojado. Llegamos antes que casi todos.
El Pela es retrato nuestro. Le falta calendario o barba para estar en la lista. Pero juega con nosotros. A su modo y manera. Es un Misurense de Ley. Desde aquel primer día en el que siendo casi un teen dijo: "Con todo, muchachos".
Eso quería decir lo que ahora es un mandato: en Misura se juega "hasta el pingo".
Por eso, por todo, El Pela, siempre.
El Pela, también protagonista de La Banda del Tercer Tiempo.