La escena pertenece al último asado, en Olivos, en la Casa del Negro Albores. Hay un par de certezas: no será el último; tampoco la celebración de la última victoria.
Por dificultades de calendario de los organizadores del Torneo de la UBA. Por inconvenientes ajenos a nosotros. Por la absurda Superfinal de la Copa Libertadores en el Monumental. Por la inoperancia para garantizar seguridad en el G20 que se desarrollará en Buenos Aires. Por todo eso, el Leyendas sigue sin jugar. Y quizá jugaremos un máximo de dos partidos de acá hasta que el año finalice.
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Lo que sigue no se trata de un balance sino de una valoración. Son datos.
1) Perdimos apenas tres partidos oficiales en los últimos 25 meses, incluyendo la Copa de Campeones.
2) Peleamos todo lo que jugamos en los últimos dos años. Fuimos segundos en VB, subcampeones de la Copa de Campeones, ganadores del Desafío Interdivisional (trofeo incluido), hoy somos potenciales lìderes de VA si ganamos los dos encuentros pendientes.
3) Somos el equipo con menos goles en contra de toda la UBA entre más de 130 equipos. Como a veces digo en el chat de Delegados del Torneo: "La Cofradía del Arco en Cero".
4) Demostramos que somos capaces de tolerar ausencias. Ahora somos un grupo mucho más que un equipo. Y en ese grupo, cada uno en su rol, todos resultamos relevantes.
5) No lo digo yo. Lo cuentan algunos rivales. "Es un embole que te toque Misura. No te dejan jugar y si te embocan, cagaste". Hay un dato que sostiene la frase: en ese lapso de 25 meses convertimos el primer gol en 18 partidos. Ganamos 17 y empatamos uno.
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Pero más allá de la elocuencia de los datos conseguimos algo mucho más importante, decisivo: armamos una amalgama entre dispersos y diversos. Ya no somos apenas un grupito de históricos que tratamos de remarla. No. Somos muchos. Somos todos. Cada vez somos más. La hermosa Banda del Tercer Tiempo lo demuestra.
Y desde esa construcción que excede al campo de juego también brota el convencimiento. La principal de las claves de este equipo. Estamos convencidos de que podemos. Y así jugamos cada partido.
Lo veo de afuera. Los invito a mirarse cuando no les toque jugar. El Leyendas es un equipo. Podemos jugar bien, regular o mal. Pero no hay nada más lindo que notar que -incluso más allá de la oferta de belleza en cuanto al vínculo con la pelota- todos meten "hasta el pingo". Y que si estamos en desventaja nos van a sufrir a todos adentro del área rival. Y que si vamos ganando no hay nadie que se quede parado sin deseo de recuperar la pelota.
No es algo que se me ocurre. No es ni un poquito de exageración. Es lo que se observa.
Y lo más importante: no es algo forzado u ocasional. No. Nada de eso. Sucede con naturalidad. Se convirtió en hábito. Odiamos perder. Y se advierte. Juegue quien juegue. Es una identidad.
Incluso nos trasciende: los otros lo saben. Si les dieran a elegir a los rivales sacarse a un equipo del fixture, casi todos nos elegirían.
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La Temporada se definirá el año que viene. Tenemos que resolver este tramo breve como hasta ahora, con intensidad.
Y no debemos dejar de lado otro espacio de construcción: los Asados. Porque ahí, conociéndonos, mejoramos, crecemos, nos hacemos más fuertes. No es cuento. Si quieren hasta lo dicen los números: las dos mejores temporadas (2017 y 2018) fueron las de más Asados compartidos.
Prendamos el fuego. Para que siga el juego.
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No hay casualidad. Es consecuencia.
Por todo eso, La Banda sigue tocando.
Y así seguirá.