Diego, nuestro Diego, durante la mejor entrada en calor de la historia, en Munich. Inspiranos. Y hacenos entrar en calor, desde donde estés.
Por Walde
De repente, Diego Armando Maradona es Diego armando magia. Luce concentrado. Se mueve como bailarín. Corresponde señalarlo: quienes mucho lo conocen dicen que baila muy bien. Es el dueño de la pelota y de la atención de un estadio repleto, el Olímpico de Munich.
Es el 19 de abril de 1989. Napoli, su Napoli, está por jugar uno de los partidos más importantes de su historia: visita al gigante alemán por la revancha de la semifinal de la Copa de la UEFA (hoy Europa League). En la ida, en el San Paolo, Ciudad de Dios, los celestes del Sur postergado habían ganado 2 a 0 con goles de Antonio Careca y Andrea Carnevale.
Lo dijo alguna vez Ciro Ferrara, amigo de Diego y defensor de aquel equipo: "Nos hizo ganar el partido antes de jugarlo. Les mostraba a los alemanes contra quién se enfrentaban". La escena parece preparada por algún autor genial. Pero no, hipnotiza con naturalidad. La del crack. El dueño del fútbol de ese tiempo y de todos los tiempos juega, muestra. Parece decir: muchachos, la pelota es mía, toda mía. Habla con otro amigo, Careca. Sonríe. A los cuatro costados todos lo miran. Y le da un pase de maravillas en esa entrada en calor. Parece avisar.
Alemao, el mismo que un año después no lo pudo parar en el Mundial de Italia, se ríe. Le dice que no exagere. Diego, con los cordones sueltos, fabrica belleza antes de que empiece el partido que va a llevar al Napoli por primera y única vez a la final de una competición de Europa. También a su primer y único título de Europa.
Esas escenas, en tiempos de YouTube y Twitter y demás redes sociales, son una suerte de ícono de época. Un viral antes de que existieran y se impusieran los virales. "Es fútbol y arte antes de jugar una semifinal", cuenta el periodista Jaime Luna a este diario desde la Ciudad de México, cuna de las mejores jugadas de Maradona.
Justo mientras él bailaba, sonaba de fondo el tema "Live is life" del grupo austríaco Opus, famosa canción creada en 1984 y que había llegado al puesto 1 de los rankings europeos. Un hit solitario que trasciende los tiempos. Gracias a Diego. Y a todos lo que siguen mirando. Una y otra vez, claro. Imposible dejarlo. "Es el video preferido de mi nieto Benjamín", contó Diego en referencia al hijo que tuvo su hija Gianinna con el Kun Agüero.
Lo certifica el cardiólogo Alejandro Paoletti -doctor maradoniano-: "Esas escenas de Diego consiguen calmar a muchos niños". Ni Tonolec ni la Granja de Zenón ni Drexler ni Beatles para niños. Diego ahí, en Munich, haciendo música con una pelota, supera todo.
“Mi amigo Careca hizo dos golazos aquella noche, y clasificamos para la final. Yo la veo y me hace acordar a los entretiempos de Argentinos Juniors, cuando éramos Cebollitas. Nosotros entrábamos y hacíamos 15 minutos de jueguitos con el Monito Rodríguez, con Goyito Carrizo, con Montañita, con Veneno Dalla Buona, con Sanfi Lucero, con el Pingüino Chammah...”, recordó el Diez, malabarista desde siempre, cuando se cumplieron 30 años de aquel momento que se hizo eterno.
No le falla jamás a Maradona la memoria futbolera. Con el doblete de Careca y con Diego presente en cada jugada, claro, el partido finalizó 2-2 y Napoli consumó el pase a la final, en la que luego derrotaría al Stuttgart, también alemán, para salir campeón y así lograr el único título internacional de la vida del Sur de Italia.
Lo escribió Eduardo Galeano para retratar a Maradona: “Se convirtió en una especie de Dios sucio, el más humano de los dioses, eso explica la veneración universal que él conquistó más que ningún otro jugador. Un Dios sucio, que se nos parece: mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón, pero los dioses por muy humanos que sean no se jubilan”.
Y esa entrada en calor no se jubilará jamás. Tampoco.
Es la mejor de la historia.
Lejos.
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Texto publicado en Clarin.com