El Expreso Misura, en 1994. Segunda temporada, segundo ascenso. En dos años, el equipo pasó del estreno absoluto a la B, entonces la segunda categoría. Para el Cuadro de Honor de la UBA.
Lo que sigue es el texto oficial de la historia de nuestro Misura, que lleva más de dos décadas en el Torneo de la UBA. Fue entregado esta semana al Departamento de Fútbol para su publicación. Pasen y lean en este domingo sin fecha por la lluvia del viernes:
Lo escribimos cuando nuestro Blog, que está iniciando su séptima temporada sin interrupciones, nacía: "La gloria para este equipo también es otra: la perfecta excusa de una amistad". Incluso más allá de los ascensos consecutivos del Expreso Misura (1993 y 1994, en las primeras dos Temporadas en el Torneo de la UBA), de la llegada a la División de Honor en 2005 y en 2010 y también de la creación del Misura Leyendas, ese perfecto espacio de reencuentros. En definitiva, esa frase breve es la matriz de este equipo. Porque Misura no es solamente los casi 400 goles de Rodri o los pases del Capitán Pancho o los cabezazos de Diego o las atajadas de Grazio o las ya lejanas corridas de Nito por la izquierda o las ideas de Walde para armar el rompecabezas o la prestancia de Gonza para resolver situaciones. Somos la reunión y la cerveza después del partido, los encuentros fuera de Ciudad, los pibes que se fueron sumando, los que no juegan pero siempre preguntan, los que entramos a la página de la UBA para ver qué onda el próximo rival, los que nos miramos y nos reconocemos más allá del paso del tiempo.
Misura nació en un lugar que ya tenía magia: en el mismo patio del colegio San Román donde se armó Almendra, esa belleza musical que tuvo a Luis Alberto Spinetta como crack fundacional. Y surgió de un modo similar: como un grupo de amigos con ganas de construir algo juntos. De algún modo, El Flaco eterno también fue nuestro inspirador. Hacía poco que había terminado el Mundial de Italia 1990 y nosotros comenzábamos a jugar siempre con el mismo equipo de Fútbol 5. Fueron 32 partidos. Nunca perdimos. Y en un verano compartido en Miramar -en la casa del Doctor White- brotó la idea de, definitivamente, formalizar la situación. De ponerle nombre y colores a la idea. Creímos que llamarlo como al sponsor de la camiseta que nos gustara haría más fácil conseguir la indumentaria. Podríamos haber sido Mediolanun (entonces, auspiciante del Milan), pero fuimos Misura, como el Inter. Los colores iban a ser como los de la camiseta alternativa del club italiano: blanco dominante, más el negro y el azul. Pero la primera temporada oficial, Misura debutó vestido de rojo y blanco. Fue un homenaje a River y a Huracán, por mayoritaria decisión de los integrantes fundacionales: Pancho, Grazio, Rodri, Walde y Nito, el único xeneize en la cuestión. Luego, volveríamos a los colores del nacimiento.
Entonces fueron apareciendo, desde aquel 1993, incorporaciones, cracks ocasionales, mitos indestructibles. Como El Negro Albores, IIIIImol, Lenda, Marcelito, Gaby Altini, Lea, Matu, Lucas, Rubén, El Japonés, El Cholo, Jojo, Rabu, Santiago, Alvarito, Seba Albertella, el inmenso Dani, El Doctor Ale, Chipi, Catriel, Laucha, Pablo, Seba Quaglia, Juan Pablo, Tatín, Piru, Jorge, Yarroch, Javier, entre tantos que la memoria guarda. Y con ellos, se ganó, se empató, se perdió. Pero sobre todo se compartió.
Misura adoptó como propia esa magia del patio del Sanro. Lo demostramos en el desenlace del año pasado (2013) cuando nos convertimos para siempre en Leyendas. Parecía que íbamos a descender justo antes de mudarnos a Veteranos. El jueves éramos siete. Algunos pensaron en ir y firmar para evitar desafiliaciones. Pero no. No se podía. No se debía. Teníamos que rearmarnos con lo que había para el domingo, con los rezagados de la lista; con esa Vieja Guardia, con los fantasmas de su gloria. Y entonces, lo imposible terminó siendo un nuevo episodio épico: con la base del Expreso Misura, con veteranos averiados, con los que podíamos, se consiguió el nuevo milagro. Ganamos, se dieron otros resultados y mantuvimos al equipo en la A.
Así fue siempre. Nos imponemos con la misma lógica: a pesar de todo. Hay equipos en la UBA que representan ciudades -como Wolframio Coronel Suárez o Defensores de Viedma o Estudiantes de Trelew-; hay otros que se armaron como si fueran un club -como Namberwan- y cuentan que hasta cuota social cobran. Y también estamos nosotros, desde hace más de dos décadas. Los antiguos representantes de un curso cualquiera, los miembros de un espacio de amigos. Un grupo breve que se fue haciendo más grande. Que sumó gente y, sobre todo, mística. Como esa pretensión de metáfora que contamos El Día de la Permanencia del año pasado, esa suerte de tardía consagración: fuimos y somos la invencible Galia de Asterix ante el Imperio Romano, pero sin pociones mágicas.
Y como en los videos que este año Gonza y Rodri editaron, esos en los que somos otros pero a la vez somos los mismos, mostramos un pedazo de nuestra historia. La de los goles, pero sobre todo la de los abrazos. La de los penales errados, pero sobre todo la de la sonrisa que acompaña mansamente al error. La de las gambetas, pero sobre todo la de las construcciones colectivas más allá del campo de juego, como el emprendimiento solidario en Escuelas Rurales. La de las atajadas decisivas, pero sobre todo la de las derrotas compartidas sin culpables. En definitiva, el auténtico Espíritu Misura, ese que alguna vez retrataron Clarín (en 2007) y Olé (en 2010).
El escritor mexicano Juan Villoro, que mucho sabe de las palabras y mucho sabe de fútbol, lo contó en una de las últimas ediciones de la Feria del Libro de Buenos Aires. Dijo el autor de Dios es redondo: "Muchos de los futbolistas profesionales tendrían que aprender las lecciones de tantos equipos amateurs que se construyen en calles, en barrios, en colegios, en universidades. Ahí está la matriz de la victoria. Ahí, está, en definitiva, el éxito. De nada servirán los millones si esa magia se pierde". No es textual la cita. Pero resulta estrictamente rigurosa desde lo conceptual. Misura tiene esa magia. También por eso, a esta altura, Misura ya es una leyenda.