viernes, 12 de agosto de 2011

La táctica de la idiotez


Por Angel Cappa*
El comentarista de la televisión Julio Ricardo se deshacía en elogios a la táctica paraguaya que había permitido, según él, que Brasil no ganara ese partido de cuartos de final de esta devaluadísima Copa América. "Enorme trabajo táctico", decía, "donde seguramente hay horas y horas de trabajo". El entusiasmo le duró muy poco porque, a los pocos minutos de finalizado el encuentro, el Tata Martino, con una honestidad desacostumbrada, le tiró la realidad encima y dejó al descubierto tanto entusiasmo injustificado, tanta ignorancia atolondrada. "No salió nada de lo planeado", dijo el entrenador de Paraguay , y añadió, por si quedaban dudas, "ganamos de culo". Efectivamente, Brasil había jugado en excelente partido y le había fabricado a Paraguay ocho situaciones clarísimas de gol que no entraron porque esto es un juego y el azar desempeña a veces un papel a contramano de los merecimientos.

En otro partido, Venezuela eliminó a Chile, que había jugado mejor, con dos jugadas a balón parado. Niembro, amante incondicional de este tipo de jugadas a las que le da un valor que jamás tienen, no vaciló en agradecer a la divinidad la existencia de los tiros libres. En el segundo gol, Arango envió un centro con chanfle que superó por alto a compañeros y adversarios, picó delante del arquero, quien no pudo retener, y el rebote fue a parar a los pies de Cichero, que la empujó a la red. "Gracias Dios por las jugadas de pelota parada", dijo Niembro, en un arrebato de pasión hacia una jugada que había sido obra de la casualidad. Por supuesto, nadie en su sano juicio puede suponer que estaba preparado el rebote del arquero en un centro que no tocó nadie. En cambio, sí es de suponer que si en vez de Arango, que le pega muy bien a la pelota, hay otro jugador sin esa habilidad, por más que se ensayen horas y horas, no saldrá un centro como la gente para que alguien pueda cabecear.

Es curioso cómo hay cierto periodismo que, entre un equipo que intenta jugar bien y otro que procura que no lo haga, se vuelca decididamente con el segundo. Yo pregunto, en el partido Brasil-Paraguay, donde los brasileños elaboraron ocho situaciones de gol y muchas más aproximaciones al área, sin que Paraguay haya tirado una sola vez contra su arco, ¿no implica un trabajo táctico? ¿Y cuál es el mérito táctico de que los rivales fallen tantos goles delante de tu arco? Es igual que si un tipo entra a un restaurante y le tira diez tiros a otro que se había escondido debajo de una mesa, y a quien más tarde premian con una medalla al valor: el valor de que el agresor no haya acertado un solo tiro. Ridículo, ¿verdad? ¿Sabrá Niembro que la mayoria de las jugadas a balón parado son obra de la casualidad y que, en todo caso, dependen de tener un buen ejecutor y buenos cabeceadores?

El Huracán del 2009 que yo dirigía hizo varios goles de esa manera, por una sencilla razón: tenía quien tirara los tiros libres con precisión (De Federico y Toranzo) y muy buenos cabeceadores (Goltz, Bolatti y Dominguez, entre otros). Lo practicábamos lo necesario porque ésta es también otra gigantesca mentira. Para que sea efectivo, habría que pedirle prestados los defensores a los rivales porque no es lo mismo practicarlas frente a tus defensores suplentes, ¿no?

Tabárez también enfrió el fervor táctico y de lo que algunos llaman trabajo y trabajo, diciendo que no practicaron los penales porque después el que los atajará será otro arquero y, sobre todo, porque la situación emocional que condiciona absolutamente al ejecutante, no puede entrenarse. No es que no se practiquen nunca este tipo de jugadas. Se hacen para medir distancias, marcar los movimientos, etcétera. Pero no más de lo necesario. Nunca se sobrepasan las diez o doce repeticiones. También se suelen tirar penales con el mismo propósito, pero nunca creyendo que de esa práctica derivará el éxito.

Pero no crean que estas evidencias los aplacarán. Todo lo contrario. En el próximo tiro libre donde alguien busque el segundo palo y por pegarle mal vaya al primero, encuentre una cabeza amiga y sea gol, volverán a babearse de felicidad difundiendo, a los cuatro vientos, la importancia del trabajo de la semana. Y cuando algún arquero vuelva a atajar un penal decisivo, también será porque había estudiado horas y horas a quien lo lanzó, sin sospechar que tal vez ese día el lanzador cambió sin saber por qué. A estos tipos les parece bien todo lo que no sea jugar, salvo que se trate del Barcelona, pero no porque juega sino porque gana, que finalmente es lo único que respetan.

*Técnico y amigo de este Blog del Misura. Vía: Sports Web 11 Wing.