Rodrigo Cánovas es para cualquier observador externo "el nueve del Misura". Tal vez algunos no lo conozcan por su nombre y apellido en el torneo de la UBA. Pero incluso esos suelen referirse de un modo que también califica: "El flaco alto, que sale goleador todos los años..." El Cholo, también ex jugador del Misura, fue durante muchas temporadas un seguidor al detalle de los campeonatos de la UBA y hasta solía recomendar jugadores para el seleccionado. Y antes del comienzo de cada campaña, en los últimos seis o siete años, me solía decir: "Che, cuando se desarme el Misura decile a Rodrigo que se venga a Wolframio (un permanente protagonista y ex campeón de la División de Honor)".
Pero no. Eso nunca sucedió. Misura, más allá de dificultades y vaivenes, nunca se desmembró. Y en eso mucho tuvo que ver su goleador permanente. Pero no sólo por su capacidad dentro del área. Rodri --el nombre con el que ya hacía goles en el seleccionado del San Román-- se preocupa siempre por mantener al equipo, por sumar refuerzos (a veces con acierto; otras no tanto), para que no falte nada ni nadie. Es indudablemente un histórico, ya desde los tiempos en que compartía el ataque con Lea Sessarego.
El mediano de los Cánovas (una familia auténticamente misurense), además, va rumbo a los 300 goles en los torneos de la UBA: ya suma 273 tantos desde 1993 (los más cercanos homologados por la página web y los restantes, por las planillas oficiales) y ahora volvió a estar en plena racha. Pero no sólo eso: sus goles siempre tienen carácter determinante. Por ejemplo: cuando el Misura consiguió sus ascensos, él siempre participó con goles en los encuentros decisivos (entre los más recientes, hizo dos el día que Misura subió a la máxima categoría y marcó en los dos partidos definitorios en el ascenso de la B a la A). Y el año pasado se dio un lujo de casi nadie: metió cinco en un solo encuentro. Hay algo mucho mejor aún que su rendimiento cerca del arco rival: todos sabemos que seguirá jugando en Misura para siempre...